Respuesta :

En 1925 llega a Cuba Gerardo Machado, quien estuvo hasta 1933 como dictador en la isla.

La importancia de Fulgencio Batista fue en el derrocamiento de Machado, siendo posteriormente nombrado jefe de ejército (1933 hasta 1939), y después traicionó la revolución convirtiéndose en el hombre de confianza del gobierno estadounidense. Fue presidente cubano entre 1940 y 1944, y desde 1952 hasta la revolución aplicó el golpe de estado cuando la situación no se ajustaba a sus conveniencias.

La oposición democrática cultural era heredera de un bagaje cultural en el que convivían ideologías muy distintas.

El pueblo cubano tenía el pensamiento del gran escritor y político José Martí, quien en los años 1853 a 1895 creó el partido revolucionario cubano, cuyo principal objetivo era la supresión de las clases sociales. Para el escritor la independencia política no podía desligarse de lo económico; previó la amenaza del imperialismo de EE.UU. y propugnó una doctrina democrática y antirracista.

Inspiró la llamada segunda declaración de la Habana de Fidel Castro, el hombre que haría realidad el sueño de la independencia total de Cuba.

 

caida de batista

La descomposición del régimen de Batista se hizo cada vez más notoria.

Los partidos y movimientos de oposición multiplicaban sus acciones.

Hubieron muchos ataques de terrorismo, muchos de estos ajenos a Fidel Castro, como por ejemplo el asalto al Palacio Presidencial en marzo de 1957.

El propósito de las presiones hacia Batista, era hacer viable una cierta situación democrática que evitase la propagación revolucionaria.

Se produjo unas elecciones presidenciales en Cuba, pero los comicios apenas interesaron a nadie. Fue elegido Rivero Agüero, quien fue designado por el propio Batista. La participación en los colegios electorales no sobrepasó el 30% en La Habana y no llegó al 10% en las zonas rurales. Aún así, los resultados fueron falseados.

Estados Unidos comprendió que estas elecciones no aportaban ninguna solución a la crisis vivida por el país de la isla. El Presidente electo, que debía tomar posesión de su cargo el 24 de febrero de 1959, se apresuró a negociar con Washington, a explicar que tenía en sus manos la oportunidad de pacificar el país y que incluso Castro aceptaría sus condiciones. Pero no fue creído.