Respuesta :

 

CONTRAPORTADA.

 

Cierto momento de la historia de México pareció reconciliar pasado, presente y futuro: la Revolución mexicana (1910-1949); en realidad, expresaba la tensión de un país desgarrado entre su cultura tradicional (indígena, católica, española) y una apremiante vocación de modernidad.

A diferencia de otras revoluciones, la mexicana se organizó en torno a los carismáticos personajes que la guiaron: el espiritista Madero, prefiguración mexicana de Gandhi; el legendario Zapata, anarquista natural en busca de un paraíso mítico; el terrible Pancho Villa, sediento de sangre y justicia; el patriarca Carranza, que encauzó la lucha por vías constitucionales; el invicto general Obregón, enamorado de la muerte; el severo general Calles, reformista implacable, enemigo de la iglesia Católica, y el humanitario presidente Lázaro Cárdenas, militar con sayal de franciscano. A todos los impulsaba una similar vocación mesiánica, el deseo de liberar, educar, proteger, redimir al pueblo. Esta actitud, tan tentadora como peligrosa, no ha muerto. En México, la Revolución conserva todavía un prestigio mítico, un aura religiosa. El pasado no ha pasado; entenderlo es la única manera de superarlo.

 

Villa cabalga todavía en el norte, en canciones y corridos; Zapata muere en cada feria popular; Madero se asoma a los balcones agitando la bandera nacional; Carranza y Obregón viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el país, alborotando los gallineros femeninos y arrancando a los jóvenes de la casa paterna.

Todos los siguen: ¿adonde? Nadie lo sabe.

Es la Revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida. Por la Revolución el pueblo mexicano se adentra en sí mismo, en su pasado y en su sustancia, para extraer de su intimidad, de su entraña, su filiación.

Octavio Paz, El laberinto de la soledad: El paisaje mexicano huele a sangre.

 

Eulalio Gutiérrez

 

 

 

AGRADECIMIENTOS Biografía del poder fue escrita entre 1982 y 1986, y publicada originalmente en 1987. La actual versión, corregida, anotada y aumentada, se preparó en 1996. Fueron muchas las personas que contribuyeron a la obra en esos dos periodos. Margarita de Orellana, Cayetano Reyes, Javier García-Diego y Aurelio de los Reyes aportaron fuentes documentales e iconográficas invaluables para el trabajo original. Aurelio Asiáin, Víctor Kuri y Francisco Muñoz revisaron la primera edición; Femando García Ramírez, Alejandro Rosas y Rossana Reyes, la segunda. Entre las personas cercanas a los protagonistas que me facilitaron materiales de gran importancia quisiera destacar a doña Renée González, a don Rafael Carranza y, sobre todo, a doña Hortensia Calles, viuda de Torreblanca. Los historiadores Luis González y Moisés González Navarro aportaron valiosas observaciones y críticas, lo mismo que mis amigos Fausto Zerón Medina, Alejandro Rossi, Gabriel Zaid, Jean Meyer, José Manuel Valverde Garcés, Tulio Demichelli y Julio Derbez.

Los personajes centrales de mi biografía apoyaron esta biografía de mil modos: mi esposa Isabel y mis hijos León y Daniel.

No es una paradoja menor que fuera un futuro protagonista de la Biografía del poder, el entonces presidente Miguel de la Madrid, quien tuvo la idea original de este libro, si bien bajo la forma de una serie documental. Y es una bendición mayor el haber estado cerca, durante todos estos años y hasta ahora, del mayor escritor mexicano, el amigo a quien está dedicado este libro. Octavio Paz.

Álvaro Obregón



Venustiano Carranza

 

 

González López
Perla Stefany Soria de Dios
Lázaro Cárdenas / T. Matutino