El pequeño Sinforoso era un poco mentiroso.Fantaseaba todo el día y ya pocos le creían.
Contaba sus aventuras, que dejaban muchas dudas.Historias poco creíbles y hechos más que imposibles.Y así pasaba sus días, inventando fantasías.Sus papás, muy preocupados, a Sinforoso llamaron:Esto tiene que cambiar –dijo el padre, sin dudar.Debes dejar de mentir –dijo su madre, por fin.No son buenos los engaños, pues provocan muchos daños.¿No te das cuenta mi niño? –dijo el padre, con cariño.Nadie te cree, Sinforoso, y eso es muy doloroso.¿Quieres que te ayudemos? Algún modo encontraremos.Le explicaron con esmero el valor de ser sincero.Le dijeron muchas cosas, todas ellas muy valiosas:Que la verdad ennoblece y nuestra alma engrandece.Que un amigo verdadero necesita ser sincero.Que la confianza se pierde, cada vez que uno miente.Y Sinforoso entendió y nunca más él mintió.Descubrió la gran riqueza de hablar siempre con franqueza.Y con la verdad de amiga, fue más hermosa su vida.Fin