Respuesta :

A veces, por la noche, cuando rendido por el peso de sus miradas me quedo dormido, sus pupilas se dilatan en la bruma de mi sueño y me hacen temblar. Últimamente, temeroso de ahogarme en sus efluvios, les pedí por Dios que me dejaran tranquilo, que no me persiguieran más con sus luces fosforescentes, que tuvieran lástima de mí. Y fue horrible… Se marcharon, me dejaron solo, ya no tuve frío, ya no sufrí, y mi alma, mi pobre alma enamorada, sufrió, sin embargo, mil veces más de no sufrir… Pero volvieron. En su crueldad infinita, son clementes… Y allí están de nuevo, siempre míos, siempre fijos, muriendo conmigo, matándome dulcemente, piadosamente, sin perder un minuto, ni un segundo; matándome de las mil muertes de que ellos han perecido… Porque son ojos muy antiguos, conservados en lágrimas… Son tal vez los ojos de Cleopatra, palidecidos por los siglos… los ojos de Salomé, arrepentidos… Son los ojos de todas las princesas lejanas muertas de amor… ¡Son tan claros, tan fluidos, tan tiránicos! A veces parecen turquesas iluminadas por una luz espectral; a veces son ópalos mates, con todo el agua de la gema glauca, pero sin sus cabrilleos de luz; a veces son esmeraldas casi blancas… En la penumbra de nuestras horas de amor, son como llamas que se ahogan en un piélago, y que luego resucitan, y luego vuelven a morir, y que así, muriendo y reviviendo, me hacen gozar y padecer del vértigo de lo infinito”.

Enrique Gómez Carrillo

El más corto que pude encontrar...