Respuesta :

Selene se había desmoronado. No era habitual ver a un Ángel desmoronarse. Su estricto sentido del deber, incluso en la venganza, se levantaba como torreones atestados de arqueros y veteranos. Ella no. Su honor era real.

 

Le dolía el observar a su presa de esa manera. Con qué sentido del honor podría matarle si su enemigo no podía siquiera girar su cabeza para mirarla no podría hacerlo. Aún no.

 

Ila presintió la resolución de Selene, mientras, hecha un ovillo en el suelo, en la esquina bajo la ventana, destrozaba su maquillaje perfecto a base del llanto de la batalla perdida.

 

Selene lo miró llenando cada recoveco de su corazón, explorando cada centímetro de su alma, sopesando cada uno de los 21 gramos que pesaba su conciencia.

 

El maquillaje negro empañaba sus ojos como una inquietante tormenta de petróleo. Bajo el dolor y el desmorone que presentaba su batalla personal en esos momentos, la figura de un cuervo sobresalía a la del Ángel que era, con su mirada impasible, regia, desafiante a la situación. Concluiría su misión de una u otra forma.