Respuesta :

El nacionalismo es la doctrina o filosofía que atribuye entidad propia, diferenciada a un territorio, a sus ciudadanos y que propugna como valores el bienestar, la preservación de los rasgos identitarios, la independencia, la libertad, la emancipación, la gloria y lealtad a la considerada como nación propia. 
Para la izquierda frenteamplista, de raíces socialistas, el internacionalismo no es un “morbo” sino la legítima aspiración de los trabajadores ­y otros explotados del mundo­ de superar los antagonismos nacionales, el concepto de patrias limitantes de la hermandad entre los pueblos. Su aspiración final es que la humanidad tenga una sola Patria y la fraternidad universal predomine sobre los separatismos comarcanos o nacionales, valorando sus aportes de identidad. Y con ese objetivo busca acercar a los pueblos y naciones. En ese sentido, no somos nacionalistas, si por tal entendemos la separación tajante entre “nosotros” y los “otros” ­ese “nosotros” y “otros” que descalifica Lacalle tratándose de clases sociales­, la exacerbación burda del “patriotismo” que “demuestra” nuestras presuntas superioridades, a la vez que denigra a los “otros”. La visión internacionalista, superadora de los nacionalismos estrechos, nos lleva a defender a las etnias originarias de América contra los atropellos genocidas de los colonizadores, a los vascos contra la dominación castellana, a los judíos contra la persecución nazi, y hoy a los palestinos contra el exterminio sionista. No somos incondicionales defensores de ningún nacionalismo; somos incondicionales de la dignificación de los pueblos en pie de igualdad, para lo cual defendemos los principios de “no intervención en los asuntos de otro país” y “autodeterminación de los pueblos”, cuyos valores, identidades y tiempos de maduración y de construcción, deben respetarse.La cuestión de la nación exige el análisis concreto, determinado, de cada situación histórica, porque las naciones son hechos históricos. En el sistema capitalista, con la expansión imperialista dominante y deformante de los países sometidos, es preciso diferenciar el nacionalismo de las metrópolis y el nacionalismo de los países periféricos. En las primeras hay dos épocas distintas. Cuando se conforman las naciones modernas, en torno de un mercado nacional, como comunidades estables, con un territorio, idioma y comunidad cultural, en su gestación y consolidación participan la mayoría de las clases, combatiendo generalmente al feudalismo preexistente. Posteriormente, cuando los Estados capitalistas se estructuran, con un régimen constitucional y legal establecido, la burguesía convierte al nacionalismo en fuerza de agresión contra otras naciones (chovinismo), mientras el proletariado se manifiesta contra el dominio del gran capital, y sus expresiones más avanzadas, socialistas, resaltan la solidaridad internacional de clase de los explotados.