Tras la crisis de 1859, el régimen garciano se enfrentó al
reto de la integración nacional. Aunque ésta no era la primera vez que se hacía
un esfuerzo en tal sentido, Gabriel García Moreno puso en marcha un peculiar
proyecto político organizado sobre la base de los principios, visiones y
formularios religiosas que, en un país tradicionalmente católico como éste, él
consideró el recurso más eficaz a través del cual unificar nacionalmente a la población
ecuatoriana.
La doble procedencia regional de García Moreno natural y
adquirida le convirtió en el hombre apropiado para establecer ese necesario
puente político entre los generalmente contradictorios intereses de las élites
de la sierra y de la costa, en un momento histórico en el que la costa miraba
más sus intereses vinculados al comercio internacional.
Una de las estrategias más importantes de Garcia Moreno para
unificar el país fue la construcción de la carretera que unió Quito con
Guayaquil, así como también la creación de la línea ferroviaria entre Guayaquil
y la región interandina.