Como aquellos días malos que todos hemos tenido, el día había comenzado
mal para Alfonso Ruiz Gamboa, ya en la mañana , la ducha funcionó mal y
como si eso fuese poco, un llamado de sus jefes precisamente cuando se
había escapado del trabajo para matricular a su hija en la escuela. ¿Qué
podía ser peor?, ¿Qué más podía esperar un hombre que no compraba la
lotería porque consideraba que aquellas esperanzas eran vanas en su
caso?
Sin embargo algo había de acontecer aquel día, pues Gaudencio Hidalgo,
el magante, el inalcanzable, a quien solo conocía por revistas, había
enviado a la empresa una recomendación y pedía que lo trasladasen a su
sede en el Puerto.
Naturalmente mil ideas se cruzaban por su cabeza hasta llegar a tan
extraña cita y una vez allí, esa rara sensación…¡ tanto lujo!, para
luego encontrarse ante ese pequeño y enigmático hombre que le confesó
haberlo seleccionado tan solo al azar, así como su procedencia humilde ,
pero poseyendo un algo que le impulsó a salir adelante.
La misión que el magnate le encomendó a Ruiz, era la de descubrir al
autor de las amenazantes y garabateadas notas que periódicamente recibía
Gaudencio Hidalgo desde diferentes partes del mundo. La propuesta era
rara y hasta loca, pero una jugosa cuenta bancaria y tarjetas de crédito
a su nombre le hacían pensar que a lo mejor valía la pena cumplir con
tal encomienda.
Los lujos a los que no estaba acostumbrado y su encuentro con el
detective Máximo Habbab, quien lo iba a entrenar en su labor de
investigación, le dieron a esta experiencia un toque aún más singular,
tanto más al darse cuenta de que ese desagradable hombre conocía
detalles de su vida , que el mismo había olvidado.
Ahora parecía que las nuevas y extrañas experiencias se habían conjugado
ante él, y eso precisamente fue la primera alucinación que tuvo junto a
Máximo Habbab , luego de masticar un chicle de marca Adán que le fue
proporcionado por este, un viaje no al exterior sino más bien al
interior.