La Guerra de los 30 Años fue, quizás, el mayor conflicto bélico sufrido por Europa hasta entonces.
En esta guerra, a la tradicional pugna entre católicos y protestantes,
se sumó la oposición entre el emperador de Austria y los príncipes
alemanes por el control de Europa Central, la rivalidad en busca de la
hegemonía entre la dinastía Habsburgo y la Francia de Luis XIII y el
cardenal Richelieu, y la lucha por el control comercial del mar Báltico
que abastecía a Europa de materias primas.
En 1617, parecía claro que Matías, emperador de Austria y rey de Bohemia, iba a morir sin descendencia.
Pese al carácter electivo del cargo de emperador, en la práctica este
era casi propiedad de la familia Habsburgo, por lo que los miembros de
esta dinastía, de la que formaban parte los reyes de España, se
apresuraron a buscar un candidato. La elección recayó sobre Fernando de
Estiria, hombre católico e intolerante.
Esta elección provocó los recelos de la nobleza checa, en su mayoría
protestante, que vió peligrar sus privilegios políticos y religiosos, en
defensa de los cuales iniciaron una serie de revueltas que culminaron
con la guerra de los 30 años.
En 1618, la destrucción de dos iglesias protestantes, ordenada por los
representantes del emperador Matias en Praga, provocó la rebelión de los
nobles checos que se apoderarón del palacio real. Allí tuvo la famosa
defenestración de Praga, en la que dos ministros imperiales y su
secretario fueron arrojados por una de las ventanas del palacio, aunque
sin graves daños para ellos.
Después de arrojar a los dos ministros del emperador por una ventana del
palacio real de Praga, los nobles sublevados se apoderarón de la ciudad
con el apoyo de la población, expulsaron a los jesuitas e iniciaron
conversaciones con el emperador con miras a salvaguardar sus
privilegios.
Tras la revuelta de Praga, siguieron meses de tensas negociaciones y
preparativos militares entre los nobles checos y el viejo emperador
Matías. La muerte de esta precipito los acontecimientos.
Los territorios que formaban la corona de Bohemia constituyerón una
confederación que eligió como rey al elector del Palatinado, Federico,
principe calvinista y líder de la Unión Evangélica, lo que suponía
incumplir lo pactado, cuando dos años antes, los nobles checos aceptarón
a Fernando de Estiria, ahora elegido emperador, como sucesor del
difunto Matías.
La revuelta checa,paso de ser un incidente local a convertirse en un problema que levantó en armas a toda Europa.
Los bohemios buscaron la ayuda de los enemigos tradicionales de los
Habsburgo: Holanda, Venecia y los Hungaros, pero solo encontraron el
apoyo del Palatinado.
El emperador Fernando de Estiria, contaba con con el apoyo de los
miembros de la liga católica y de su poderosa dinastía, de la que
formaba parte Felipe III, rey de España y que poseia el ejercito más
poderoso de Europa. España actuó como aliada del imperio, en defensa de
la fe católica y para demostrar que tenía un lugar destacado en Europa.
Así, por orden de Felipe III, los Tercios de Flandes, a las ordenes de
Espínola, invadieron el Palatinado, mientras los Tercios de Italia
atravesaban los Alpes y se dirigían a Bohemia.
Holanda, al principio, no tomó parte en el conflicto para no romper la
Tregua de los 12 años que había firmado con España en 1609, pero cuando
esta concluyó, un cambio de poder en las Provincias Unidas propició que
Holanda reanudara la guerra contra España.
El Palatinado, pequeño estado que formaba parte del imperio, se alineo
en la guerra al aldo de los nobles checos que habian nombrado a su
gobernante como rey. Sin embargo, fue pronto invadido por las tropas
españolas al mando de Ambrosio de Espínola.
Al mismo tiempo que los Tercios provenientes de Flandes invadian el bajo
Palatinado, otros dos contingentes de tropas abrian sendos frentes, uno
en las Lusacias y otro en el sur de Bohemia, intentando abrirse camino
hacia Praga. La Batalla decisiva tuvo lugar en torno a la colina de la
Montaña Blanca, cerca de Praga, en noviembre de 1620.
Las tropas imperiales, superiores en número y organización, obtuvieron
una rápida victoria sobre el ejercito del rey de Bohemia, que huyó ante
al ataque enemigo.
Las consecuencias de la victoria imperial fueron importantísimas.
Los nobles checos, además de perder sus privilegios políticos y parte de sus posesiones sufrieron una dura represión.
Calvinistas y luteranos fueron obligados a abjurar de su fe o exiliarse y
los territorios de la Corona de Bohemia pasaron a la Casa de Austria.
España, a cambio de su ayuda, obtuvo una parte del Palatinado y ocupo la
Valtelina, zona de paso entre sus posiciones italianas y los
territorios de Austria, a través de Suiza.