Los hijos de Francisco Largo Caballero me han concedido el honor de invitarme a hacer
el prólogo de las diferentes cartas que con el título de Mis recuerdos dejó escritas su padre,
unas a pluma y otras a lápiz.
Invitación tan honrosa, aparte del sentimiento de gratitud, despierta en mí una doble
inquietud de alegría y de temor. Este trabajo va a permitirme revivir espiritualmente, y de
aquí mi alegría, la mayor parte de mi vida reproduciendo y evocando hechos y
acontecimientos en los que participé en unos como espectador, en otros, en la mayoría,
como actor, y en todos ellos como compañero y amigo leal del hombre que —a continuación
de Pablo Iglesias— gozó de más crédito, de más confianza, de más autoridad entre los
trabajadores españoles organizados.