Respuesta :

La ocupación del territorio colombiano por parte de los conquistadores europeos se extendió, en lo fundamental, por los valles y cordilleras andinos y por la llanura del Caribe, buscando el acceso de los recursos minerales (oro y plata) a la mano de obra (y subsecuentemente a la tributación indígena).  La ocupación se dirigió luego a las tierras que permitían la producción de los alimentos y otros bienes requeridos para los asentamientos, al igual que 'el control de la misma mano de obra. Las características económicas, políticas y culturales dé la Conquista definieron una. rápida concentración de la propiedad territorial, afectando negativamente tanto a las comunidades indígenas como a las capas de mestizos y "blancos pobres", que comenzaban a configurar el campesinado. Las diferentes regiones que hacia la terminación del período colonial (finales del siglo XVIII) componían el entonces territorio de la- Nueva Granada, sirvieron de marco para la estructuración de sociedades diferenciadas, en las cuales, al parecer, el patrón común lo constituyó la concentración de la propiedad territorial, (ver por ejemplo, Fals Borda, 1979; Colmenares, 1975;  López T., 1970), si bien con matices de ocurrencia local, según lo señala Marco Palacios en sus referencias a la propiedad agraria en Cundinamarca (Palacios, 1981). La densificación demográfica ocurrida en las regiones centrales del país a partir de la segunda mitad del siglo XIX estimuló el desbordamiento de las fronteras agrícolas. Previamente, algunas zonas habían escenificada procesos puntuales de colonización, esto es de asentamientos estables en el interior de medios selváticos para desarrollar economías de base agrícola, recolectora y cazadora, como lo fueron los "palenques", de esclavos cimarrones. No obstante, las colonizaciones de este tipo que se sostuvieron durante mayor tiempo, no trascendieren los, límites microrregionales, restringiéndose a constituir un componente de la configuración étnica-regional. A diferencia de los últimos movimientos, las colonizaciones desarrolladas en las vertientes andinas entre finales del siglo XVIII y comienzos del XX, trascendieron las. esferas locales y proporcionaron productos para la articulación de Colombia con los mercados internacionales en diferentes coyunturas del período (Ocampo, 1984; Le Grand, 1988). Tal vez el más conocido de estos procesos de colonización ha sido el antioqueño, analizado en un principio por James Parsons (l949) y revaluado más adelante por Alvaro López Toro. Independientemente de la ideologización elaborada sobre este fenómeno, centrada en una imagen democrática e igualitaria de un proceso que en realidad estuvo alejado de tales características (Arango,1977; Christie,1986), sus alcances sociales, económicos y espaciales' le otorgan un lugar preponderante en la formación de la Colombia rural. Estas características están cimentadas en las relaciones sociales desde las cuales se proyectó la colonización antioqueña. De tales relaciones sociales generadas por una economía minera de explotaciones pequeñas e inestables, realizada por trabajadores libres estaban completamente ausentes los vínculos propios de las sociedades hacendarias que primaron en otras regiones del país. De igual manera estaban ausentes otras formas de sujeción entre los mineros y comerciantes, como las que tuvieron ocurrencia, por ejemplo, en el Brasil (López Toro, op. cit). Una peculiaridad de la colonización antioqueña consistió en la vinculación temprana que ocurrió entre empresarios capitalistas de la región y los pioneros de la colonización. Está vinculación, dado el poder de los pioneros y en virtud de su interés por valorizar las tierras que respaldaban los bonos de deuda pública que habían adquirido, se tradujo en la asignación de fondos para la construcción de infraestructura y la legalización de la tenencia de las tierras colonizadas en las primeras etapas de la ampliación de esta frontera.