¿Cómo se produce la sensación de hambre?
La
sensación de hambre no es más que una manifestación de nuestro cerebro
inconsciente (Sistema Nervioso Vegetativo) de la necesidad de tomar
nutrientes.
Los
nutrientes son todas aquellas moléculas que son necesarias, a nivel
celular, para el mantenimiento de las funciones vitales de un individuo,
como moverse, pensar o crecer. Así, son nutrientes el agua, las
proteínas, los glúcidos o hidratos de carbono, los lípidos, las sales
minerales o las vitaminas.
El
hambre nos estimula a tomar alimentos, que nuestro aparato digestivo se
encarga de degradar, extraer de ellos los nutrientes y llevarlos hasta
la sangre, mediante la cual se distribuyen por todo el organismo para
ser utilizados por las células.
El
nutriente que con más urgencia necesitamos es la glucosa, que es el
combustible de nuestras células, ya que a partir de ella obtienen la
energía que necesitan.
Cuando
bajan los niveles de nutrientes en la sangre (disponemos de un sistema
de detección de estos niveles), aparece la necesidad de ingerir comida
de nuevo.
Para
no complicar la explicación de este fenómeno, nos centraremos en el
mecanismo de referencia para despertar la sensación de hambre, que es la
bajada del nivel de glucosa en la sangre, pues este nutriente se
necesita de forma constante y en abundancia, ya que es el combustible
de las células (a partir de la glucosa obtienen todas nuestras células
la energía necesaria para mantener sus funciones vitales).
Así,
el Sistema Nervioso Vegetativo (el encargado de mantener el
funcionamiento general de todos los órganos de forma inconsciente) tiene
sensores en los vasos sanguíneos para detectar los niveles de glucosa
en la sangre en todo momento. Cuando este nivel baja, lo primero que
hace es extraer glucosa de los depósitos que hay en el hígado y los
músculos, algo de lo que se encarga una hormona del páncreas, el glucagón,
cuyo efecto es opuesto al de la insulina. Así se puede mantener el
aporte de combustible a las células durante un tiempo (dos horas o poco
más).
Cuando
estos depósitos empiezan a agotarse y baja el nivel de glucosa, se
estimulan ciertas partes del Sistema Nervioso Vegetativo que se
encuentran en el encéfalo (en concreto, en el hipotálamo), que forman el
llamado "centro del apetito". Cuando estas neuronas se activan,
despiertan la sensación de hambre, que es tanto más fuerte cuanto más
baja el nivel de glucosa en la sangre.
En
cuanto comemos comienza a llegar glucosa a la sangre, aumentando sus
niveles. E inmediatamente este aumento de la glucosa es detectado por
otro centro situado en el hipotálamo, el "centro de la saciedad", que se estimula y frena al centro del apetito, por lo que desaparece la sensación de hambre.
También
colaboran otros mecanismos para detener el hambre, como por ejemplo, la
distensión del estómago por la entrada de alimento.
Para que esto ocurra, es necesaria la intervención de otra hormona producida en el páncreas, la insulina,
que se encarga de introducir la glucosa de la sangre en las células,
para que éstas puedan utilizarla. Si la insulina no actuase, no se
estimularía el centro de la saciedad y seguiría la sensación de hambre.
Por
eso, un diabético (que no fabrica insulina o la que produce no actúa)
puede tener unos niveles de glucosa en sangre muy elevados y seguir
teniendo hambre, pues esta glucosa no está entrando en las células y no
es detectada por el centro de la saciedad.
Pero, ¿por qué pasado un tiempo, aunque no comamos, dejamos de sentir hambre?.
Si
el centro del apetito está avisando de que es necesario introducir
glucosa en las células y no satisfacemos esta necesidad, se pondrá en
marcha un mecanismo destinado a extraer las grasas de nuestros depósitos
corporales y degradarlas, utilizándolas para fabricar glucosa y otros
nutrientes. De esta manera se puede mantener el funcionamiento del
organismo durante un tiempo, aunque este proceso es lento y no es capaz
de proporcionar la glucosa necesaria para actividades en las que el
consumo es elevado, como el deporte o el trabajo intelectual. Se trata
sólo de un mecanismo de supervivencia.